Esta tarde mi alma se desbordó sobre todas las cosas,
abandonando esta vasija vacía y solitaria,
y se llenó de una corriente infinita de flujo eterno.
Mi alma se derramó, girando y rugiendo a todo.
Cesado el aliento, soy;
carente de forma en una diáfana inmensidad azul,
en el gentil jugueteo del viento vespertino,
en la cálida sonrisa del sol poniente,
condensado en ríos y arroyos fluyendo,
asentado en tierra y piedra.
Un latido en el pecho de esta vasija
ahora anima y aviva, se vierte y viaja
a través de los vigorosos pulsos de todos los seres.
Son las nupcias del sentido con el alma;
nada pensado, visto, ganado o perdido.
La oscuridad cae sobre placeres efímeros
y el mundo es desintegrado en dicha.